Alimentos, ¿Sanos?
- Abish Vega
- 5 dic 2015
- 3 Min. de lectura
¿No te ha ocurrido alguna vez que al informarte sobre un producto que creías saludable descubres que no lo era en absoluto? Estos son varios de esos “alimentos engañosos” con los que nos solemos encontrar en los supermercados.

Cuando se toma la decisión de cambiar de estilo de vida hacia otro más saludable, además de apuntarse a un gimnasio, lo primero que hay que hacer es cambiar la lista de la compra. Sin embargo, la falta de información (o quizás el exceso de ella) puede hacer que los reemplazos aparentemente sanos no sean los más adecuados para lograr tus objetivos.
La obsesión por los Low-fat
Hay personas que confunden lo sano con lo Low-fat, y convierten este “cambio de vida” en una obsesión por los productos bajos en grasa. Sin embargo, la realidad es que este tipo de alimentos, para reducir ese componente suelen haber pasado por complejos procesos que, intentando mejorar el sabor, añaden azúcares o otros sustitutos artificiales. De hecho, hay estudios, como uno realizado en el Reino Unido en el que, tras analizar los distintos alimentos fat-free del mercado, se llega a la conclusión de que muchas veces, o bien contienen más azúcar que uno normal, o bien son bajos en grasa en comparación con otros productos estándar pero siguen siendo muy altos si los ponemos al lado de uno verdaderamente saludable.
Margarina en las tostadas
Desde que la sociedad comenzó la lucha contra las grasas saturadas, la mantequilla se convirtió en uno de los alimentos peor vistos en las neveras. Por eso subió la demanda de productos como la margarina, que en vez de grasa animal emplea aceites vegetales. Pero cuidado, porque no siempre lo vegetal es más sano.Este estudio, por ejemplo, deja en evidencia que la margarina se relaciona con un mayor riesgo de enfermedades coronarias. Esto puede deberse, según los expertos, a que al pasar a estado sólido los aceites que la componen, a través del proceso de hidrogenación, muchas de esas grasas se transforman en grasas trans, que a la larga son peores incluso que las saturadas. Entre sus efectos, están la disminución del colesterol bueno y el aumento del malo, así como se asocian a enfermedades como la diabetes, la obesidad o el Alzheimer.

Miel
Con esto no quiero decir que la miel sea un alimento que haya que eliminar radicalmente de la dieta, pero sí que hay que controlar las cantidades que se toma. Es decir, la solución no es sustituir todo el azúcar que se comía antes por miel, ya que esta también está formada en su mayor parte por azúcar (sobre todo por fructosa y glucosa). Y aunque es cierto que proporciona multitud de vitaminas y minerales, habría que consumir muchos gramos para que ese aporte fuera realmente significativo en el organismo. Por eso, usar un poco de miel para endulzar las comidas no es malo, pero abusar de ella en exceso tendría el mismo efecto en el cuerpo que comerse unos pasteles.
La moda de los productos “sin gluten”
Son muchas las personas que sin ser celiacas, deciden comprar alimentos sin gluten creyendo que son más sanos. Sin embargo, si no se padece ningún problema de salud, prescindir del gluten no implica ningún beneficio extra. ¿Por qué? Primero porque no favorece la pérdida de peso, y segundo porque puede acabar provocando carencias de ciertos nutrientes (algo de lo que se han quejado muchos profesionales de la nutrición, tal como explicaba hace unos meses el periódico Irene Bretón, miembro del área de nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) al diario El País). Y por si fuera poco, estos productos son bastante más caros que el resto. De hecho, aunque hay gente que asegura que ha adelgazado al dejar de tomarlo, la realidad es que, seguramente, haya sido provocado por el cambio de dieta o por haber reducido la cantidad de carbohidratos y calorías al hacer las sustituciones. En definitiva, si no se posee una intolerancia a esta proteína, dejar de tomar gluten carece de sentido.
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